Este artículo es parte de una serie que pretende recopilar errores comunes en la gestión de proyectos que tienden a surgir durante las distintas etapas del ciclo de vida del mismo. Estos no reflejan necesariamente una falta de habilidad como tal, sino que a menudo son consecuencia de dinámicas indirectas o hábitos que suelen pasar desapercibidos en la gestión del día a día.
El concepto de la rueda del hámster describe una situación en la que el único objetivo del equipo o la compañía es mantenerse en constante movimiento, sin evaluar si ese esfuerzo genera resultados significativos. La principal preocupación es evitar detenerse, por temor a que el progreso aparente se deteriore.
Esta inercia lleva al equipo a enfocarse exclusivamente en completar tareas dentro de los plazos definidos, pasando rápidamente a la siguiente sin reflexionar sobre su impacto real. Esto genera un desarrollo ineficiente, ya que las actividades no se priorizan según el valor que realmente aportan al proyecto y en última instancia al cliente.
Una de las principales causas de este problema es la existencia de objetivos que no están claramente definidos o que resultan difíciles de medir. Esto lleva a los equipos a centrar sus esfuerzos únicamente en cumplir con las entregas a tiempo, descuidando el impacto estratégico de esas tareas.
Adicionalmente, este problema suele estar relacionado con una gestión altamente reactiva, la cual se enfoca en resolver problemas emergentes en lugar de anticiparse a ellos mediante una planificación proactiva. Aunque en algunos casos esto se debe a deficiencias en la gestión (falta de planificación, priorización o liderazgo), a menudo está impulsado por la presión externa de stakeholders, cambios inesperados o una cultura organizacional basada en “apagar fuegos”, la cual trata de resolver problemas urgentes priorizando la acción inmediata a la planificación preventiva, lo que en algunos casos puede generar en sí su propia “rueda de hamster” en la que se genera un ciclo continuo de reacciones frente a crisis de manera continuada.
Esta situación genera altos niveles de frustración y ansiedad en los integrantes del equipo, quienes enfrentan una presión constante que puede derivar en sobreesfuerzos, tanto en términos de horas trabajadas como de intensidad. Sin embargo, al llegar el momento de la entrega, estos esfuerzos pueden resultar inútiles si las tareas realizadas no aportan un valor significativo al cliente o no están alineadas con los objetivos estratégicos. Como consecuencia, no solo se ve afectada la moral y la eficiencia del equipo, sino que también se puede generar una pérdida de confianza en los responsables de la gestión del proyecto, extendiendo esta desconfianza incluso hacia la organización en su conjunto.
Además, si estos periodos de trabajo intensos se repiten de manera cíclica, inevitablemente terminarán por desgastar a los integrantes del equipo, aumentando el nivel de rotación en la organización y afectando gravemente su estabilidad y productividad a largo plazo.
Para conseguir evitar entrar en la rueda del hámster o conseguir salir de ella si ya se está dentro, es importante tomar una serie de medidas analíticas y correctivas:
Definir objetivos que sean claros (para todos los integrantes del proyecto) y claramente medibles y que orienten el trabajo hacia resultados significativos (por ejemplo a través de OKR)
Contar con un sistema de priorización de tareas que pueda ser revisado de manera continua e iterativa.
Evaluar continuamente el progreso para poder realizar acciones correctivas a tiempo.
Fomentar una cultura en la que se valore realmente la eficiencia y la creatividad.
En otros casos el problema es mucho más transversal y profundo y está arraigado en la propia cultura de la empresa, en la que se valora o se incentiva más el hecho de permanecer constantemente ocupado o trabajar largas jornadas que en el hecho de obtener resultados que tengan un impacto real.
TL;DR
Características:
Actividad constante sin evaluar si las tareas generan valor real.
Falta de dirección estratégica clara.
Equipo desmotivado por la falta de resultados reales.
Apariencia de progreso que no se traduce en resultados significativos.
Posibles causas:
Gestión reactiva.
Falta de priorización en la realización de tareas.
Metas mal definidas, poco claras o difíciles de medir.
Cultura laboral que premia la ocupación sobre el impacto.